domingo, 10 de mayo de 2015

20 ANIVERSARIO DE LA RECOPA


EL PERIODICO DE ARAGON

20.000 zaragocistas disfrutaron de un día histórico en la capital francesa, que se culminó con la consecución de la Recopa La afición se congregó en los alrededores de la Torre Eiffel hasta la hora del encuentro contra el Arsenal



9 de mayo de 1995. 20.00 horas. La avenida Tenor Fleta está atestada de autobuses. Centenares de zaragocistas ocupan su asiento rumbo a París, pero en la calle la circulación es imposible. Antonio Mariñosa, presidente de la peña zaragocista San José, ayuda a la guardia urbana a dirigir la salida de la caravana de los 32 autocares que la Peña ha fletado. Nadie se percata de ello y el autobús donde Antonio debía marchar a París se va. Solo el coche escoba para los más rezagados le permite llegar a la capital francesa. Todavía no lo sabe, pero al día siguiente va a vivir una jornada que se recordará 20 años después. Ahora.
Igual que Antonio, otros 20.000 zaragocistas se desplazaron hasta el país vecino para presenciar la final ante el Arsenal. La carretera aglutinó la mayor parte del desplazamiento, pero hubo quien viajó en tren y en avión. También hubo aficionados que se quedaron en Aragón. Uno de ellos, Francisco Bordonada, recuerda con nostalgia aquel día: "Viví la final en Zaragoza. Era chófer de TUZSA y me fue imposible acudir". José Ortiz, aficionado de cuna del Zaragoza, tampoco tuvo la suerte de disfrutar del encuentro por un motivo muy diferente: "Coincidió que estaba en la mili. Estuve durante ocho días de instrucción y el día de la final nos pusimos allí una televisión para poder ver ganar al Zaragoza", declara.
Otros comenzaron los preparativos una semana antes. José Luis Villuendas, de la Peña Los Magníficos, todavía se emociona cuando evoca aquellos días. "Estábamos muy nerviosos, llevábamos mucho tiempo preparando las banderas y las bufandas y la cinta con el himno del Zaragoza fue nuestro bien más preciado en el coche. Lo escuchábamos a todas horas", dice.

12 horas en la carretera
La expedición con el grueso de la afición transitó las carreteras durante más de doce horas. Cantando, bebiendo y disfrutando, el viaje de ida a París se convirtió en una fiesta que luego continuaría a las orillas del Sena. "Quedamos cinco horas antes de salir para beber. Era el autobús más barato de todos y era lentísimo. Nos adelantaba todo el mundo. Pero ni nos enteramos, íbamos repletos de neveras y el viaje no fue nada pesado. Lo pasamos en grande", rememora Rafael Estaje, miembro de la Peña zaragocista de Garrapinillos.
Los aledaños de la Torre Eiffel y la zona de Trocadero recibieron a las miles de gargantas blanquiazules hasta la hora del partido. El vino aragonés regó París. "Íbamos de mochileros, con nuestro bocadillo y un montón de botas de vino. El ambiente que se preparó allí fue formidable", asegura Villuendas. Sebastián Lasierra, presidente de la Peña Los Aúpas, que disfrutó de la jornada junto a su hija, señala que "aunque yo había pasado por la Copa de Ferias y me había recorrido toda España con el Zaragoza de final en final, lo visto en París fue inimaginable".
Y extraordinaria fue también la afinidad que ingleses y aragoneses tuvieron durante toda la jornada. Al grito de "este año, París es maño", ambas aficiones compartieron bebida, intercambiaron bufandas y se hicieron fotografías exhibiendo sus colores. "A nosotros nos tenían en el césped y a ellos en el cemento y venían en oleadas hacia donde estábamos. Estuvimos encorriéndonos durante un rato pero al final conseguimos quedarnos con la torre", confiesa entre risas Pili Alfonso, miembro de la Peña de Garrapinillos. Esa conquista del símbolo parisino la representó una bandera del Real Zaragoza. "Hubo un tío que se subió a la torre, con todos los gendarmes abajo, y puso la bandera mientras la gente le aplaudía", se acuerda Ángel Aznar, que estuvo allí con sus compañeros de Garrapinillos.

El turismo por París
Aunque el viaje a París estuvo protagonizado por la fiesta y el gozo de los aficionados, hubo quien también disfrutó del turismo en la capital. Ángel Luis Bueno fue uno de ellos: "Yo fui en avión con un amigo y estuvimos de turismo porque él todavía no había estado. Visitamos los lugares típicos, museos, los Campos Elíseos, y también nos juntamos con el resto de aficionados", confirma Ángel. Otros llevaron al extremo su viaje a París. "El chófer de nuestro autobús tenía entrada pero se fue a una tienda de discos y no vio el partido", cuenta Chema Roldán, socio de la Peña de Garrapinillos.
Pero el recuerdo verdaderamente imborrable llegó a las 20.15 horas, cuando comenzó a rodar el balón. "Teníamos la convicción de que íbamos a ganar. Habíamos pasado eliminatorias muy duras contra el Chelsea y el Feyenoord y el cuerpo te decía que seríamos campeones", recuerda Alfredo Beltrán, abonado de toda la vida del Zaragoza y miembro de la Peña San José.

El primer momento de explosión llegó en el minuto 67 con el gol de Esnáider. «El Seaman este aún no sabe por dónde le coló el balón. Fue mucho mejor ese gol que el de Nayim», comenta Antonio Mariñosa. Luego vino el empate de Hartson y ahí la afición dudó. «Estuvimos con el culo prieto y no queríamos los penaltis porque los tirábamos muy mal», señala Ismael Pinilla, abonado del Zaragoza.
Y solo el gol de Nayim impidió la tanda. Cada uno lo recuerda de manera diferente. «Hubo un segundo que pareció que se paraba todo, nadie reaccionaba», asegura Lasierra. «Yo cuando chutó me salió un `me cago en la madre que te parió' y de ahí pasé al `aivaivaiva'. Fue algo inarrable y es un gol que marcó la historia del Zaragoza», menciona Alfredo Beltrán.
Tras el gol, la afición celebró en el campo la gesta y desfiló hacia los autobuses, callada, todavía en shock. El viaje de vuelta se pasó en silencio. Nadie era consciente de que habían compartido, junto a 20.000 almas, un día histórico. El día más grande del Real Zaragoza.

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